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Una conciencia crónicamente perturbada por el sentimiento de culpa produce cambios químicos y biológicos en el organismo, predisponiendo el cuerpo de las enfermedades.

El filosofo Jean J, Rousseau (1712 – 1778) vivió en su juventud, en Italia, en la casa de una familia rica. En sus confesiones escribió “De esta casa llevo un terrible fardo de culpara que, después de cuarenta años, todavía está indeleble en mi conciencia, y cuanto más viejo soy más pesado es el fardo en mi alma.


Había robado un objeto de valor perteneciente a la familia. Más tarde, cuando el robo fue descubierto, la sirvienta de la casa fue acusada y, como consecuencia, perdió el empleo y el buen nombre.

Y Rousseau continua su lamento: “La acuse de ladrona, lanzando así a una joven sin culpa en la vergüenza y la ruina. Ella me dijo entonces: ¡Usted me cubrió con el oprobio de la culpa, pero yo no deseo estar en su lugar!, El recuerdo frecuente de estas palabras me produce noches de insomnio, como si el hecho hubiese acontecido ayer. Es cierto que algunas veces mi conciencia estuvo adormecida, pero ahora me atormente como nunca antes”.

Hay un texto que encaja justamente con esta historia: “…Sabed que las consecuencias de vuestros pecado os alcanzarán.
Hace algunos años llegó a la Asociación comercial de Napa, en California, una carta anónima con dos billetes de un dólar y una confesión singular. El autor decía que hacía 45 años que había robado de una tienda perteneciente al Sr. Arighi un pequeño objeto, y que desde entonces no tenía paz en el corazón.

Muchas veces buscó al referido señor para restituirle lo robado, pero la tienda ya no existía más. Pedía, pues en la carta, que los dólares fueran enviados al Sr. Arighi, si podía ser encontrado. Caso contrario, el dinero debería ser usado para una causa noble. La carta concluía con la siguiente sentencia: “Muchas gracias por hacer mi conciencia feliz en 1975”.

"Cuando el pecado lucha por dominar en el corazón, cuando la culpa oprime el alma y carga la conciencia, cuando la incredulidad anubla el espíritu, acuérdense que la gracia de Cristo basta para vencer el pecado y desvanecer las tinieblas"
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