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En una reunión a la que asistieron colportores de Ecuador, Perú, Bolivia y chile, uno de ellos Ángel Chiri, refirió un incidente ocurrido cuando trabajaba en un campamento minero de Tacna (Perú).

Deseoso de compartir su fe, un día Ángel visitó la cárcel y comenzó a hablar a los presos acerca del evangelio. Un recluso llamado Feliciano pidió una Biblia. Recibió estudios bíblicos y se convirtió.

A partir de ese momento, Feliciano ayudo a preparar a otros reclusos que estudiaban las lecciones. Finalmente Feliciano y otros cuatro reclusos fueron bautizados en la Iglesia.

Feliciano había cultivado la imagen de Satanás en su vida. Había matado a su hijita poniéndolo veneno en su biberón. En otra ocasión, golpeo salvajemente a su esposa y le causo la muerte. Después se fue a vivir con otra mujer, pero no pudo soportar su culpabilidad ni sus resentimientos, de modo que se entrego a la justicia.

Feliciano fue condenado a muerte por fusilamiento. El pastor de la iglesia y Angel estuvieron presentes el día de su ejecución. Cuando Ángel le pregunto si tenía pecados sin confesar, contestó que o. Dijo que tenía cierta cantidad de dinero para diezmos y ofrendas.

Antes que lo llevaran al paredón, oró: “Señor ayúdame, perdona a los que me condenaron”. El pastor oro con él. Cuando los guardias lo ataron al poste de ejecución Feliciano tenía su Biblia en la mano. Luego se despidieron y el dijo: “Cuando venga Cristo nos veremos. Hasta entonces, Hno. Ángel”.

Mientras Feliciano Oraba: Señor, recibe mi espíritu”, las balas de la justicia humana pusieron fin a su vida. Cuando el oficial le dio el tiro de gracia, cayo la Biblia de la mano de este hombre pecador que había encontrado la imagen de su creador que lo llevaría a la vida eterna con Jesús, y la había adoptado en lugar de la imagen satánica que por poco lo lleva a la perdición eterna.

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